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Mi nombre es Alberto. A partir de este blog realizaremos actividades y juegos interactivos para aprender lengua de la manera más divertida y entretenida.

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jueves, 28 de marzo de 2013

Tarea 3° A enredar los cuentos

A ENREDAR LOS CUENTOS
Gianni Rodari (Italia, 1920-1980)

-Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.
-¡No, Roja!
-¡Ah!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo: “Escucha, Caperucita Verde...”.
-¡Que no, Roja!
-¡Ah!, sí, Roja. “Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta piel de patata”.
-No: “Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel”.
-Bien. La niña se fue a un sitio poblado de árboles y matas y se encontró un mamífero rumiante, indígena de África, de cinco metros de altura, cuello largo y esbelto, las extremidades abdominales bastante más cortas que las torácicas, con lo que resulta el cuerpo más bajo por detrás; cabeza pequeña con dos cuernos poco desarrollados, y pelaje de color amarillento con manchas leonadas.
-¡Qué lío! Se encontró a un mamífero carnicero de un metro aproximadamente desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, y de seis a siete decímetros de altura hasta la cruz, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola larga con mucho pelo, no un mamífero rumiante, indígena de África, de cinco metros de altura, cuello largo y esbelto, las extremidades abdominales bastante más cortas que las torácicas, con lo que resulta el cuerpo más bajo por detrás; cabeza pequeña con dos cuernos poco desarrollados, y pelaje de color amarillento con manchas leonadas.
-Y el mamífero carnicero de un metro aproximadamente desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, y de seis a siete decímetros de altura hasta la cruz, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola larga con mucho pelo le preguntó: “¿Cuántas son seis por ocho?”.
-¡Qué va! El mamífero carnicero de un metro aproximadamente desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, y de seis a siete decímetros de altura hasta la cruz, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola larga con mucho pelo le preguntó: “¿Adónde vas?”.
-Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió...
-¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!
-Sí. Y respondió: “Voy al sitio público destinado permanentemente, o en días señalados, para vender, comprar o permutar bienes o servicios a comprar salsa de tomate”.
-¡Qué va!: “Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero no recuerdo el camino”.
-Exacto. Y el caballo dijo...
-¿Qué caballo? Era un mamífero carnicero de un metro aproximadamente desde el hocico hasta el nacimiento de la cola, y de seis a siete decímetros de altura hasta la cruz, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola larga con mucho pelo.
-Seguro. Y dijo: “Toma el tranvía número setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrarás tres peldaños y un instrumento aceptado como unidad de cuenta, medida de valor y medio de pago en el suelo; deja los tres peldaños, recoge el instrumento aceptado como unidad de cuenta, medida de valor y medio de pago y cómprate un pastilla masticable aromatizada, que no se traga, de textura semejante a la goma.
-Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, ¿me compras una pastilla masticable aromatizada, que no se traga, de textura semejante a la goma?
-Bueno, toma el instrumento aceptado como unidad de cuenta, medida de valor y medio de pago.
Y el abuelo siguió leyendo el periódico.

 

1 comentario:

  1. -Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.
    -¡No, Roja!
    -¡Ah!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo: “Escucha, Caperucita Verde...”.
    -¡Que no, Roja!
    -¡Ah!, sí, Roja. “Ve a casa de tía Diomira a llevarle esta piel de patata”.
    -No: “Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel”.
    -Bien. La niña se fue a un bosque y se encontró una Jirafa
    -¡Qué lío! Se encontró a un lobo no una jirafa
    -Y el lobo le preguntó: “¿Adónde vas?”.
    -Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió...
    -¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!
    -Sí. Y respondió: “Voy al mercado
    comprar salsa de tomate”.
    -¡Qué va!: “Voy a casa de la abuelita, que está enferma, pero no recuerdo el camino”.
    -Exacto. Y el dijo...
    -¿Qué caballo? Era un lobo
    -Seguro. Y dijo: “Toma el tranvía número setenta y cinco, baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrarás tres peldaños y una monedae en el suelo; deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un chicle.
    Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo. Los enredas todos. Pero no importa, ¿me compras un chicle.
    -Bueno, toma la moneda.
    Y el Abuelo siguio leyendo el periódico.

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