Mamut: - ¿Me estás
hablando a mí? ¡OH!
Perezoso: - Claro que te hablo a ti. ¿Me dejas que
te diga que has estado genial? Esos tigres venían todos chulos. Entonces vas tú
y, ¡pumba!, han salido corriendo como gallinas. Oye, oye, tío, tío, es que me
has encantado.
Mamut - No sabes cuánto me alegro.
Perezoso: - ¡Mola sentirse libre!
Mamut: - Oye, ¿y por qué no vas a celebrar tu libertad
con tus amiguitos? ¿Eh?
Perezoso: - Pero yo no tengo amigos... ¡Y no
pienso irme por ahí yo solito! Eh, espera, ¡tengo una idea! ¡Me quedaré contigo!. Eres peludo, fuerte y da gusto verte. Juntos, no
habrá quién se atreva a tosernos.
Mamut - ¡Ah! – gritó.
Perezoso: - ¡Jo! ¡Caray! ¡Eso asusta al más
pintado! Y no te ofendas, pero si eso no funciona, tu aliento hará el resto.
¿Qué tal un caramelito de menta? ¡Te canta el aliento!
Mamut: - ¡Qué pesado eres! – con cara de
enfadado.
Perezoso: - Casi me matas el pelo del hocico.
Recuerdo una vez que comí una baya podrida. Pasé el día con unos gases
espantosos que había que soltarlos por necesidad.
Mamut: - ¡¿Pero por qué me estás siguiendo?!
[…]